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El entierro de un grupo de urnas brinda a los seres queridos un sentido de conclusión

Si usted guarda una urna o un recipiente con las cenizas de un ser querido fallecido en un armario o una repisa de su casa, el Padre Patrick Carrion está interesado en ayudarle a dar reposo a su ser querido.

Como Director de la Oficina de Cementerios de la Arquidiócesis de Baltimore, el Padre Carrion está organizando nuevamente un rito de sepelio para los restos incinerados en el Cementerio de la Santa Cruz en Ritchie Highway en Brooklyn.

El sepelio tendrá lugar el Día de los Fieles Difuntos, 2 de noviembre, a las 2 p.m., en el cementerio.

Hace dos años, el Padre Carrion llevó a cabo un servicio similar, en el que se dio sepultura a 18 o 20 urnas, pero el año pasado no hubo tal servicio debido a las restricciones de la pandemia. Él espera que este año haya más de 20 urnas que puedan enterrarse.

El sacerdote señaló que hay muchas razones por las que las personas pueden guardar en casa las cenizas de sus seres queridos. Quizás uno de los cónyuges murió y el otro decidió guardar las cenizas en su memoria, con la intención de que cuando muriera el cónyuge sobreviviente, fueran enterrados juntos. Eso después deja la responsabilidad de disponer de los restos a los hijos o herederos.

“Ahora los hijos tienen dos urnas”, dijo el Padre Carrion. “¿Qué hacen con ellas? Simplemente se pasa la carga a otros”.

El sacerdote recordó el caso de un hombre que limpiaba la casa de su difunta madre para ponerla a la venta. En la casa encontró tres urnas con cenizas pertenecientes a personas de quienes él había oído hablar en historias familiares pero que nunca había conocido porque habían fallecido antes de que él naciera. “Cuando la persona que tiene la custodia inicial (de las cenizas) no las sepulta, pasa la responsabilidad a la siguiente generación”, dijo.

El entierro o sepultura de los restos cremados puede servir de conclusión, dijo el Padre Carrion. También permite que otros familiares y seres queridos visiten un lugar del entierro para orar y presentar sus respetos, lo que no podrían hacer si las cenizas se encuentran en una casa particular.

Para visitar y presentar mis respetos a una tía, yo no voy a llamar a mi prima y decirle: “¿Puedo ir y pararme frente a tu armario?”.

En 1963, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano emitió una instrucción que autorizaba la cremación en la Iglesia Católica siempre y cuando ésta no se hiciera como señal de negación de la básica creencia cristiana de la resurrección de los muertos. El permiso se incorporó al Código de Derecho Canónico en 1983.

En 1997, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos concedió un indulto a los Estados Unidos proporcionando al obispo diocesano la autoridad de permitir la presencia de restos cremados en una Misa exequial. Aun así, el Ritual de Exequias Cristianas señala: “La Iglesia claramente prefiere y exhorta que el cuerpo del difunto esté presente en los ritos exequiales, puesto que la presencia del cuerpo humano refleja mucho mejor los valores que la Iglesia afirma en sus rituales” (n. 413). Los restos cremados de un cuerpo merecen el mismo respeto que se les brinda a los restos corporales del ser humano, señala el rito.

Los restos cremados no deben guardarse en casa, esparcirse ni dividirse. “La práctica de esparcir los restos cremados en el mar, o desde el aire, o en la tierra, o de mantenerlos en la casa de un pariente o de un amigo del difunto no es la forma respetuosa con que la Iglesia requiere que se disponga de ellos” (n. 417).

“Tratamos a los difuntos de la misma manera que tratamos al cuerpo; no los tiramos ni nos deshacemos de ellos”, dijo el Padre Carrion. Los 40 cementerios católicos que hay en toda la arquidiócesis ofrecen suficientes oportunidades para el entierro de seres queridos.

En octubre de 2016, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una instrucción adicional “Ad resurgendum cum Christo, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación”. El documento fue aprobado por el Papa Francisco después de consultar con otras oficinas del Vaticano, las conferencias episcopales y los sínodos de los obispos de las Iglesias católicas orientales.

Aunque el documento aclaró algunas cosas, realmente no cambió mucho la práctica en los Estados Unidos, ya que la presencia de restos cremados en una Misa exequial ya estaba permitida. Sin embargo, la instrucción reiteró la preferencia de la Iglesia por el entierro del cuerpo en circunstancias normales y, cuando la cremación es necesaria o por elección, la insistencia en que los restos sean enterrados adecuadamente.

El Padre Carrion señaló que el entierro es “la dignidad de dar al difunto un lugar de descanso final” y eso lo convierte en un lugar sagrado. Incluso Cristo fue sepultado, dijo, y las Escrituras señalan que a menos que un grano de trigo caiga al suelo y muera, no puede dar fruto.

También dijo que los muertos son los únicos que se mencionan en las dos obras de misericordia, tanto las espirituales como en las corporales. Orar por los muertos es una obra espiritual; enterrar a los muertos es una obra corporal. “Esto muestra la coherencia de nuestra teología desde el vientre materno hasta la tumba”, dijo.

El sacerdote dijo que aquellos a quienes se les confían las cenizas de un ser querido son custodios o guardianes, pero sin que sean “dueños” de las cenizas. Así como no se mantiene un cadáver en casa, tampoco deben guardarse los restos cremados de un ser querido.

Para facilitar el proceso para aquellos que tienen una urna en casa y quieran dar a su ser querido el entierro apropiado, el Padre Carrion dijo que los costos serían compartidos con los del rito del Día de los Fieles Difuntos.

El sacerdote recibe las urnas o cualquier recipiente que contenga las cenizas del fallecido que traigan los familiares. Luego se depositan en una bóveda segura en el Cementerio de la Nueva Catedral ubicado en el oeste de Baltimore hasta la fecha del entierro.

Las urnas de cenizas se colocan en un féretro cinerario, o sea un contenedor un poco más grande que el tamaño típico de un ataúd, en la que cada urna se encuentra separada de las demás. Cada urna se guarda en un saco de tela con el nombre del difunto. Si los fallecidos son dos cónyuges, las urnas de sus cenizas se colocan una al lado de la otra dentro del féretro.

El Padre Carrion celebrará el Rito de Sepelio en el cementerio y luego el féretro será enterrado en el campo santo. Se colocará una lápida con la fecha, 2 de noviembre de 2021, y los nombres de cada uno de los fallecidos allí sepultados se inscriben en los registros del cementerio para que los visitantes puedan ubicar la tumba. El sitio de la sepultura de este año es adyacente al del 2019.

El costo del servicio es de $350 por urna.

El sacerdote dijo que está considerando agregar un monumento en el cual las familias puedan inscribir, si lo desean, los nombres de sus difuntos. Esto requeriría un cargo adicional, ya que el costo del grabado en sí excedería el costo de $350. El sacerdote dijo que podría haber cobrado $1,000 por urna con nombre incluido, pero posiblemente la gente hubiera preferido conservar las urnas en casa ya que el costo sería demasiado alto. Él espera que esta razonable tarifa anime a las personas a optar por la sepultura.

Las personas que deseen incluir las cenizas de un ser querido para el rito de sepelio de este año deben comunicarse con el Padre Carrion por correo electrónico a pcarrion@archbalt.org. Él les enviará los documentos correspondientes, incluido uno que afirme que el solicitante tiene la facultad de hacerlo. Si los restos son de un cónyuge, la aprobación es relativamente fácil de hacer para el cónyuge sobreviviente. Si se trata de uno o de los dos padres con más de un hijo sobreviviente, se requerirá algún tipo de notificación en la que cada uno de ellos declare su aceptación.

Envíe un correo electrónico a Christopher Gunty a editor@CatholicReview.org

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